LOS CIRUJANOS BARBEROS «INTRUSOS EN LA EDAD MEDIA»
Durante la Edad Media existía una curiosa profesión, la del cirujano barbero cuyos trabajadores igual acondicionaban la barba o el cabello como ponían en práctica labores actualmente ejercidas por cirujanos o dentistas. En un principio, se encargaban de la cirugía menor (lo que más realizaban eran las conocidas sangrías de la época) o de tratamientos dentales como sacar muelas o practicar blanqueamientos.
Recibían el nombre de “cirujanos de bata o traje corto” o de “cuota” y aprendían el oficio siendo aprendices de un cirujano o a través de los conocimientos que les trasmitían sus padres, por lo que apenas tenían conocimientos y menos aún, formación especializada y universitaria.
El surgimiento de este nuevo gremio empeoró aún más todavía la reputación de la cirugía, que en aquella época no gozaba de especial notoriedad. Aunque contaban con estudios universitarios, a los cirujanos titulados de la época se les consideraba de menor rango que a los médicos.
Los cirujanos-barberos empezaron a ganar adeptos, cobraban menos y eran más solicitados debido a la cantidad de servicios que ofrecían. También contaban con el apoyo de los nobles, los cuales no creían en exceso en la medicina de la época y recurrían con frecuencia a los servicios de este peculiar oficio.
Con el paso del tiempo, su popularidad siguió creciendo y los más reseñables abandonaron su carácter nómada para abrir sus propios establecimientos. Para diferenciarlos, colocaron, en sus fachadas, un poste pintado de rojo que simulaba la sangre, al que ataron trozos de venda blanca.
Algunos de ellos pasaron a realizar operaciones consideradas mayores, como quitar hernias y hemorroides. Llegaron inclusive a realizar perforaciones en el cráneo para “aliviar” los dolores de cabeza o la locura. Se atrevían, además, a amputar piernas o reducir fracturas, entre otras prácticas quirúrgicas.
Sin embargo, en los siglos XVI y XVII, la Cofradía de San Cosme y San Damián de Pamplona fue la primera que quiso distinguir claramente la labor de los barberos de la de los cirujanos. A pesar del apoyo popular con el que contaban los primeros, debido a sus competitivos precios y la escasez de cirujanos universitarios, comenzaron a ser perseguidos por su intrusión, retirándoseles sus instrumentales quirúrgicos.
Hasta el siglo XIX, ambas profesiones no fueron separadas y consideradas gremios independientes. A los barberos ya pocas les quedaron de aquellas tareas “extra”, de las que quedó como recordatorio el característico poste que actualmente se coloca en las fachadas de las peluquerías, decorado por franjas rojas, blancas y azules.
DR. JOSÉ CÓRDOBA CAMPOS.
CIRUJANO PLÁSTICO
MIEMBRO DE LA SECPRE